IZMIR. Flaquea de forma grave el denominado proceso de la solución al gran problema que existe en este país desde hace ya 40 años: bombas, muertes, soldados y civiles, hombres, mujeres y niños, turcos y kurdos. Personas. División. Pérdida lingüística. Cansancio. Represión, detenciones, contra-ataques. Miedo, rabia, enfado, miedo a ir a espacios públicos, encontrarse bultos, todo se vuelve sospechoso, algo que pueda explotar. Explota continuamente: Lo que se ve, lo que se escucha, el fantasma del pasado no resuelto: personas cuyas muertes no han sido resueltas, personas cuyas heridas no han sido cerradas. Miedo de no ser visible, miedo de perder visibilidad, miedo de no poder desarrollarse en esa propia identidad. Ya no se trata de independencia o autonomía, si no de convivencia, cómo hacer, bajo qué paragüas, más importante: qué camino; violencia o paz.
Punto en común, el miedo de la ciudadanía
Coinciden en este miedo; kurdos, no poder estudiar y hablar su idioma, no desarrollar su propia cultura; turcos, el miedo a perder su identidad si permiten la enseñanza en kurdo; kurdos, la rabia de no haber sido visibles, toda la vida diciéndoles que no eran kurdos, si no turcos, y ellos que no; turcos, miedo a desintegrarse en el caso de que admitieran de que otra identidad es posible en el país, a parte de la suya, entonces otras minorías también podrían reivindicar su propia forma de sentir el mundo, a eso se le llama en términos de democracia, convivencia. La violencia explota, cuando un cúmulo de circunstancias se dan y la calma desaparece, debajo de ella algo se encuentra, algo profundo, que debe ser reparado.
Ahora, más que nunca, tras esos 2 años y medio, donde no ha habido paz, pero sí el principio para dar paso a ella, ahora se vuelve a los bandos: el proceso de paz se ha acabado por Erdogán. El proceso de paz se ha acabado por el PKK. El bando de ellos: mira lo que nos hacen, nos matan. El bando de los otros: mira lo que nos hacen, nos matan. En medio de ambos: la ciudadanía, hombres, mujeres y niños. La estabilidad de un país, el desarrollo del mismo, la seguridad basada en defensa. ¿Seguridad basada en paz?
Desde Izmir, suroeste del país, se percibe el miedo de la ciudadanía. Una pareja, él soldado, ella profesora, contraían matrimonio en Izmir, tienen que vivir en Amed (Diyarbakir, en turco), capital kurda del país, turcos viviendo en la capital kurda, difícil, y con el miedo en el cuerpo; una bomba, una muerte que todo lo destruya. Otro ciudadano hablaba desde el orgullo de la sangre: ahora construimos armas, podemos arrasar con ellos en tres meses. Otra ciudadana decía: quieren que los soldados salgan a la calle, los habitantes se queden en casa, que arrasen con ellos. Desde Amed o Diyarbakir la situación debe ser a la inversa.
Desde diciembre de 2012: alivio, muertes sí, pero descenso de fallecidos, falta de entendimiento, pero cierto acercamiento, respiro mutuo, menos miedo. Ahora no es un ahora, se trata más bien de un ahora temporal, parece que Turquía sufre de un estancamiento en el tiempo: otra vez esa incertidumbre y miedo que el proceso de paz había menguado de determinada manera.
Esfera política: las elecciones afectan a la paz
Los vaivenes políticos internos han sacudido el proceso de paz en Turquía. La alegría de que por primera vez las minorías adquirieran representación parlamentaria en las últimas elecciones del pasado junio supuso pura emoción. En busca de una coalición, el foco se ha centrado ahora en la lucha contra el Estado Islámico, cuya presencia parece haberse convertido por fin en un problema real, y la lucha contra el PKK, que al mismo tiempo atenta en Turquía. La declaración de Öcalan supuso un acontecimiento histórico en cuanto al cese de la actividad armada. ¿Qué ha sido de ese acontecimiento histórico? ¿Debe ser relegado al pasado?
Un proceso de paz complejo, ya el pasado julio de 2014, el proceso de paz se vio negativamente afectado cuando ambas partes se acusaron mutuamente de no dar los pasos necesarios. Recordamos: los procesos de paz no son lineales. La fragilidad de las negociaciones y diálogos siempre estuvo ahí. Llegaron los ultimátums, las intenciones de planes de democratización a futuro. Complejidad también debido a la rivalidad entre Öcalan y Barzani, la inestabilidad en Siria no ha ayudado.
La semana pasada el Gobierno de Erdogán anunciaba que no tenía sentido continuar con el proceso de paz que desde hacía dos años y medio llevaban a cabo con la considerada organización terrorista Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, en turco). Aunque en los últimos tiempos se hablaba de la posibilidad de extraer de la lista de las organizaciones terroristas al PKK, por su ayuda en la lucha contra el Estado Islámico. Por su parte, el PKK emitía un comunicado en el que confirmaba que no tenía sentido continuar con el proceso de paz. Su líder Abdullah Öcalan no dice nada. Nada puede decir, dado el aislamiento al que está sometido, no se le permiten visitas en la prisión de Imrali, desde 1999, en la que estará de por vida. Algunos no lo ven normal, otros sí. La ciudadanía, en bandos. El destello de la convivencia en bandos. El Estado Islámico contento debe de estar. Puede que otro punto en común sea la barbarie del Estado Islámico.
Al final, todo parece un juego, en el que la ciudadanía pierde. Ellos, y ellas, soportan el vacío que produce no volver a ver a la persona que está en las montañas, o a la persona que hace un servicio militar obligatorio y no vuelve, o a la persona que con un arma batalla contra los otros por alterar el orden público o a la persona que nada tiene que ver con la esfera política o de las fueras del orden y sufre un ataque y extiende sus efectos al entorno. Al final, el orden público se convierte en defensa de la patria, sin que la patria tenga en cuenta la felicidad de quienes la componen.
Una patria basada en historia de sangre, no de sonrisas, sí lágrimas. Con voluntad, se puede cambiar. Pero entonces llegan los intereses electorales, llega la posible pérdida de votos o recuperación de los mismos, llega la “amenaza” de un monstruo que aniquila a todo lo que extranjeros a ellos se adentran en su territorio, llega también la posibilidad de expansión del terreno, adquirir más fuerza, poder hacer frente de mejor manera.
Punto en común, la necesidad de paz
El frente debe ser el diálogo, recordamos. La obligación de políticos y autoridades es el diálogo, recordamos. Los partidos políticos en Turquía deben tranquilizarse, de nada sirve un cruce continuo de amenazas y reproches. Para eso son políticos, y en eso representan. Ya sean políticos o terroristas. Los terroristas también representan a un segmento social, reciben apoyo, el voto es implícito. Es la forma violencia la que debe ser aniquilida, recordamos. Llama la atención la tendencia a la violencia en la ciudadanía para resolución de este problema, recordamos que la violencia produce más violencia, y sus efectos son muy difíciles de reparar en el tiempo. Hay que tener presente que es muy raro ver la desaparición de una organización terrorista (para algunos otros no lo es) en manos del Estado que la batalla: la causa más común de disolución del terrorismo es cese de la actividad armada en un contexto de proceso de paz.
Recordamos: ha sido en el periodo de la paz, o construcción de paz, cuando se han dado pasos, pequeños, no suficientes es cierto, pero pequeños, en el reconocimiento de los derechos de los kurdos, por ejemplo, educación en kurdo en colegios privados (no públicos), o el levantamiento de obstáculos a topónimos de nombre original en lenguas diferentes al turco; entre otras medidas. Al mismo tiempo, ha sido en el proceso de paz cuando la ciudadanía turca se ha sentido más aliviada y con menos miedo.
El espacio de la solución sigue ahí.