Se muestra una señal de prohibido adelantar diferente a la de España.
Señal de prohibido adelantar cambia en Turquía/ Foça. J.M

Se sientan en una mesa, piden un té, encienden un cigarrillo, continúan hablando, lo dejan apoyado en el cenicero, continúan hablando, para cuando se han dado cuenta el cigarrillo (Winston o Winston light) está ya consumido.  Se suben en un coche, el semáforo está en rojo, pero lo sobrepasan para unirse al tráfico general de la carretera, mientras tanto se fuman un cigarrillo (después lo apoyarán en el cenicero del coche), hablan por teléfono o se comen un dürüm, la música  a todo volumen, pero sin que el tono de la conversación se altere un ápice. Me gusta que a la entrada de cada ciudad aparezca un cartel donde se indique su número de habitantes.

las cúpulas de la mezquita, su fachada preciosa y las personas paseando en frente de ella.
Una mezquita preciosa/ Istanbul. J.M

Turquía despierta pasión, huele a místico y su gente contamina alegría, serenidad y curiosidad. Me impacta coger varios vuelos y aterrizar, cuatro horas después, en un país completamente diferente a España. Volví a sentir el caos organizado de Istanbul: tés a las puertas de los comercios, bullicio ordenado, mercadillos en cada esquina y gente comiendo a todas horas, al compás de los cánticos del Imán. Istanbul es una urbe gigante, tiene aproximadamente 17 millones de habitantes. Por eso, se divide en diferentes barrios y subnúcleos. Y esta vez tuve la oportunidad de conocer la zona asiática; Kadikoy. Paseando por sus calles, viendo las terrazas en las calles, las pintadas en las paredes de las casas… me recordó a Hamburg (Alemania).

Después me embarqué, otra vez en un autobús nocturno, a Izmir. Se sitúa en la parte sur-oeste del país y es referente turco en el progreso y la revolución del país. En especial, las fachadas de las casas, los monumentos y las conversaciones de sus habitantes alaban a Atatürk, símbolo de la separación del Estado y la religión. Los turcos con los que he coincidido no aprueban a Erdogan, primer ministro de Turquía, sino que denuncian un retroceso de derechos y democracia en el país.

En la piedra de la montaña se talla el rostro del hombre que impulsó la revolución en Turquía.
Monumento dedicado a Atatürk/ Izmir. J.M
Las fachadas turcas se llenan de banderas
Me impacta las banderas que se ven en todos los sitios/ Izmir. J.M

Chicas turcas

Quedé con un gran amigo en Istanbul. Hacía dos años que no lo veía. Es un tipo genial; tiene la costumbre de quejarse porque dice ser pobre, a pesar de que trabaje mucho, siempre pide la cerveza más barata y es muy divertido. Vino acompañado por una chica y un chico. En la cena, me di cuenta de que mi amigo pasaba el brazo por la espalda de ella. Pensé que serían amigos.

Nos dirigimos hacia un bar y los vi agarrados de la mano. Dudé de si solo eran amigos, y pregunté si estaban juntos. Me contestaron, con obviedad, que sí. Me quedé alucinada. Generalmente, si se presenta a una pareja se tiene la sensación de ver algo especial entre ellos; caricia, mirada, gesto, beso…

Nos sentamos en una terraza de Taksim. Adoro ese barrio de Istanbul; bulle vida, alegría y cierta contrariedad entre progreso-conservadurismo. Sentados en la terraza bebiendo Efes, cerveza más similar al agua que a los componentes propios de la cerveza, la chica se fue un momento al baño y mi amigo aprovechó para preguntarme qué me parecía.

un maniquí representa a una mujer turca con velo
La “mentalidad turca” no se refiere a este tipo de mujer/ Istanbul. J.M

Le respondí que muy simpática, una buena chica y  muy  inteligente: trabaja como comercial de exportaciones, habla perfectamente alemán, además de inglés, ha viajado, estudia noruego para aprobar un examen… Hice lo propio con él, y me dijo que no estaba mal, pero que tenía “mentalidad turca”; muchas dificultades para quedar con ella a solas, su familia debe ser conservadora. Él quiere volver a Europa para relacionarse con el modelo de mujer de aquí.

Sentí tristeza. Es algo curioso lo que ocurre entre los géneros en este país. Desde mi punto de vista, me resulta difícil comprender esa separación constante entre sexos; compras un billete de autobús y tienes que indicar cuál es tu sexo… Ellos se quejan de esa “mentalidad turca”. La asimilo con una mente parcialmente cerrada, discusiones por celos y relaciones sexuales pudorosas, pero no estoy muy segura a qué se refieren. Pero, al mismo tiempo, ellos se comportan de forma muy protocolaria; atentos de que no vayas sola al baño, hasta que impones tu necesidad de hacerlo sola, porque es un momento íntimo, o invitarte constantemente o no expresar lo que de verdad sienten.Y ellas, sin querer generalizar, son bastante calladitas. Yo creo, basándome en sentido común, que si la chica turca es de determinada manera, lo será porque el entorno y la cultura le inducen a serlo, y el hombre turco  juega un papel muy importante. Eso les decía yo.

Le pregunté a mi amigo por qué no volvía a la Unión Europea. Volví a escuchar “problemas con el visado”.  Me enfurece que las fronteras aniquilen los sueños de las personas. Me preguntó si comprendo cómo se siente; encerrado en un país, cuyo retroceso en democracia cada día es más claro,  la religión ejerce presión…

Los turcos son muy misteriosos. Me impacta la serenidad de cada uno de sus actos, parecen continuamente relajados, y saben, mejor que nosotros, vivir el momento. Generalmente, explican los planes a seguir, pero los planes cambian continuamente, por lo que no se sabe a dónde se va. Tienen un vicio tremendo al móvil, incluso más que en España diría yo. Todo el día pegados al teléfono, repitiendo “Kanka, efendim”. Kanka significa “mejor amigo”, tienen miles de Kankas, y efendim, en este caso, algo así como “excúsame”. A la vuelta, algunos me comentaron que qué machistas si no te decían a dónde ibas. No creo que se trate de machismo, más bien un toque de cortesía, en ese marco protocolario que he indicado, como si quisieran que disfrutaras a cada momento y no preocuparte por nada.

Una tienda donde comprar kankas
Una tienda para comprar mejores amigos/ Istanbul. J.M

Chicos turcos: El servicio militar obligatorio

Maniquís que representan a niños con uniforme de militar.
Si naces niño, serás militar (cinco meses)/ Istanbul. J.M

Se quejan de que el Estado les obliga a hacer el servicio militar obligatorio; algunos amigos deben acudir en cinco meses, otros en dos años. Pero todos tienen que ir, a pesar de no gustarles las armas. Lo único que quieren es dedicarse a la música. Les pregunté qué ocurriría si no acudían a filas. Me contestaron que se presentan en tu casa y te llevan obligados. Cinco meses de servicio militar obligatorio. Conocí a un turco que su servicio había consistido en ser soldado en una prisión. No quiso contarme cuáles eran las condiciones penitenciarias. No quise ser indiscreta, pero insistí. Es tema de otro artículo.

Rechazo generalizado a los kurdos

He vuelto a percibir un rechazo generalizado respecto de los kurdos. Se quejan de que son chulos, lascivos, elitistas y excluyentes. Se les relaciona con el PKK. Siento curiosidad por ellos, presenta ciertas similitudes de represión como se ha sufrido en el País Vasco, aunque el conflicto en sí no sea idéntico.

dos pancartas y kurdos en un reivindicación política
Kurdos en huelga de hambre/ Istanbul. J.M

Sentados tras un puesto móvil de fabricación de dürüms en una vía de Izmir, apareció un BMW blanco con las ventanillas bajadas y la música a tope. Un hombre paró el coche y comenzó a hablar con el conductor en una actitud bastante hostil. Me dijeron que era kurdo y que el señor, que lo había parado, policía secreta. Pregunté cómo sabían que era Kurdo: “por el coche y las pintas”, respondieron.

De camino a Izmir, pasamos por un barrio llamado Menemen. Gesticularon una mueca de desprecio: aquel era un barrio de kurdos y nunca paraban allí. Yo pensé y pienso que sería una buena idea darme una vuelta por allí.

Les pregunto por los kurdos. Me dicen que aquello fue cosa del ejército turco y que no justifica el terrorismo. Nada justifica el terrorismo, pienso yo, pero siempre tiene una raíz, bien lo sabemos en el País Vasco. La dificultad de la entrada de Turquía en la Unión Europa consiste parcialmente en su no reconocimiento del genocidio de los curdos. Algo he oído de la prohibición de hablar su idioma y estudiar su propia lengua, aunque en los últimos años ha debido de aliviarse la situación de tensión. La represión lingüística no es un buen signo.

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